El desafío de mantener una vida saludable durante la pandemia

Entrevista con el Dr. Jorge De Paula
Desde hace un año y medio la población uruguaya sufre embates, más o menos intensos, de la epidemia mundial de SARSCoV-2.
Los primeros meses de 2020 fueron de reclusión, aislamiento, de quietud. Los consejos médicos a veces eran encontrados: o bien se recomendaba realizar actividades al aire libre o, por el contrario, se exhortaba a permanecer en la burbuja de personas convivientes.
Salvo emergencias, la mayor parte de las instituciones de salud concentraron sus esfuerzos en el combate al virus y adoptaron una peculiar forma de atención: la consulta virtual. Del mismo modo, se pospusieron intervenciones quirúrgicas no urgentes y los controles médicos de rutina de pacientes, en especial los ginecológicos y también de aquellos con algunas enfermedades crónicas, se espaciaron y hasta dejaron de hacerse.
Para evaluar el impacto de esa realidad en la salud de la población uruguaya y el desafío de mantener un estilo de vida saludable, Nutriguía entrevistó al doctor Jorge De Paula, médico cardiointensivista y docente del postgrado de Integración en salud desde la Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Católica (UCU).
El siguiente es un resumen de sus opiniones:
¿Cómo evalúa el impacto de la pandemia en la salud de los uruguayos?
Ha sido un gran desafío para la salud física, mental y emocional. Si ya antes de la pandemia la vida moderna en los centros urbanos conspiraba en cierta forma para mantener hábitos saludables de alimentación y de vida, una pandemia, con todo lo que ello implica, genera condiciones aún más adversas. Con ella se produjo un aumento de la carga de enfermedad en todos los órdenes, físico, mental y emocional, sea por retraso de las consultas médicas presenciales, por cambios de hábitos de alimentación, por ganancia de peso excesiva, por aumento del sedentarismo y, muy especialmente, por la carga de estrés, de incertidumbre y de inseguridad. Todo ello desembocó en una situación excepcional con la consecuente repercusión sobre los estados anímicos de la población, con aumento de los cuadros de ansiedad, depresión y también de suicidios.
¿Del punto de vista de la salud ¿estábamos los uruguayos preparados para enfrentarla?
No lo estaba el Uruguay ni ningún país del mundo. Pese a que el informe del Global Health and the Future Role of the United States, del año 2017 ya advertía que el primer problema de salud era que los virus mutaban rápidamente y no estábamos preparados para una pandemia, las advertencias no fueron tomadas en cuenta, como tampoco lo son las del cambio climático, de la desertización ni de la contaminación de los océanos, y son muy pocos los organismos o países que atienden estas alertas. Quizá algunos países de Asia, como Corea del Sur, Japón o Singapur estaban mejor preparados porque ellos han sufrido varias epidemias en esos últimos 20 años, pero en Occidente no. Quizá una excepción haya sido la creación en el año 2017 de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (en inglés, Coalition for Epidemic Preparedness Innovations, CEPI), que financia proyectos de investigación para el desarrollo de vacunas contra enfermedades infecciosas emergentes (EID), como el virus Chikungunya y el coronavirus relacionado MERS-C.
Cuando apareció esta pandemia, la CEPI incorporó a su plataforma el coronavirus 2 del SARS-CoV-2, y ello ha sido clave para la obtención de vacunas efectivas y seguras en un tiempo récord.
Pero Uruguay ha tenido una respuesta muy rápida y ejemplar a través de los servicios de salud, de la academia, de la ciencia, de las medidas del gobierno y de la conducta mayoritaria de su población.
¿Qué patologías subyacentes influyeron en los casos graves y en la mortalidad por este virus pandémico?
Las patologías pulmonares, cardiovasculares, metabólicas, renales, hepáticas y aquellas que debilitan al sistema inmunitario tomaron gran relevancia. Pero la patología subyacente que mayor influencia ha tenido en la gravedad y la mortalidad de la COVID 19, ha sido la obesidad. ¿Qué es lo que explica esta asociación? La obesidad se asocia en general con otras patologías de riesgo, como ser la hipertensión arterial y la diabetes. Pero el factor de mayor relevancia es que en realidad en la obesidad existe un estado inflamatorio crónico de bajo grado, donde hay un incremento de citoquinas (moléculas inflamatorias), encargadas de la respuesta inmunitaria.
En algunos casos de infección por virus SARS-CoV-2 el sistema inmune se descontrola, reacciona en exceso y libera una superabundancia de citoquinas inflamatorias que producen un daño en los diversos órganos de nuestro cuerpo (sea pulmón, riñón, hígado o corazón). Esta peculiar respuesta inflamatoria se conoce como “tormenta de citoquinas”, y se encuentra exacerbada en presencia de un estado de inflamación crónica como es la obesidad.
Otra causa por la cual la obesidad se asocia con mayor riesgo de complicación grave es por la presencia de trombosis venosas que son más frecuentes en estos casos y que constituye a su vez otra de las formas en que se presenta la COVID-19 complicada.
¿Cómo es la mirada de la realidad actual de la pandemia desde Psiconeuroinmunología (PNIE)?
Desde la PNIE conocemos el constante diálogo que existe entre el cerebro, el sistema inmune y el sistema endócrino, y cómo se interrelacionan y se influyen mutuamente, sea para bien o sea para mal. Por lo tanto sabemos que tenemos que cuidar nuestro campo mental de temores infundados, de noticias sensacionalistas, de los análisis tremendistas, de los mensajes de desesperanza o pesimismo, sea de las personas, de los entornos, de los medios de comunicación y también de algunos profesionales de la salud, pues todo ello genera condiciones adversas para el normal funcionamiento de nuestro sistema inmunitario.
En el siglo X, Avicenas —un médico, científico, filósofo musulmán de origen persa— decía que “la imaginación es la mitad de la enfermedad, la tranquilidad es la mitad del remedio y la paciencia es el comienzo de la cura”.
Desde la PNIE sabemos cuánta verdad hay en esos consejos de Avicenas y por tanto cuidamos nuestro sistema inmunológico de la situación de indefensión que le genera el negativismo, el pesimismo, la queja continua, la victimización, los fanatismos, la desesperanza, la ingratitud, la desinformación o el abrazar las teorías conspirativas, anticientíficas y negadoras de la pandemia. Todos estos tóxicos inmunológicos pueden estar consumiéndose diariamente sin percatarnos del mal que pueden estar haciendo a nuestra inmunidad.
Esa ha sido nuestra prédica durante toda la pandemia, apostar a fortalecer nuestra inmunidad, y afiliarse a aquellos consejos de la ciencia médica que provengan de fuentes confiables y reconocidas.
Ahora que estamos entrando en la era pospandemia los consejos médicos apuntan a evitar el triunfalismo, a no sumarse a esa sensación de seguridad que ha invadido a otros países. Es necesario tener muy presente que puede sobrevenir una segunda ola por la presencia de la variante delta, capaz de producir eventos supercontagiadores, como ha estado sucediendo en países vecinos, por lo que hay que evitar el relajamiento de las medidas; la causa principal de nuevos brotes es ignorar las medidas de protección o el olvido transitorio de ellas.
Uruguay, luego de 18 meses de pandemia tiene una situación sanitaria excepcional y la realidad nos ha mostrado la efectividad y la seguridad de las vacunas. Y, a pesar de la irrupción de la variante delta de máxima contagiosidad, observamos que se le está haciendo muy difícil dispersarse en una población que tiene más de 72% de vacunados.
Una vez más, se ha comprobado que la ciencia no es perfecta, muchas veces se utiliza mal, pero es la mejor herramienta que tenemos contra las enfermedades, la ignorancia, los fanatismos, las ideologías destructivas y los miedos infundados.
¿Qué recomendaciones hace para mantener un estilo de vida saludable en época de pandemia y, sobre todo, en caso de un recrudecimiento de los contagios por nuevas cepas?
La primera recomendación es la vacunación, sin abandonar las medidas de protección y de cuidado personal, el control de la ventilación que se verá favorecida en estos próximos meses, el uso de la mascarilla facial en espacios cerrados, y el evitar aglomeraciones innecesarias, sin tomar los debidos cuidados que marcan los protocolos.
Insistimos siempre en la promoción de hábitos saludables de alimentación que protejan nuestra microbiota intestinal, de gran influencia sobre nuestro sistema inmune; promover una actividad física regular, en la modalidad que más nos satisfaga, practicar técnicas de relajación diaria para bajar nuestro nivel de estrés y si se realizan previo a dormir nos ayudarán a conciliar un sueño más reparador.
No engancharse con las redes, los programas, las lecturas ni la información que nos generan incertidumbre, ansiedad, temores, inseguridades o malestares. Escuchar música, buscar el contacto con la naturaleza en cualquiera de sus formas; leer poesía, reírse y agradecer.
De manera que, como mensaje final, decimos que debemos cultivar nuestro jardín mental con sentimientos de gratitud, con optimismo y con esperanza, y evitar que nada ni nadie nos quite esos valiosos compañeros de viaje en el camino de la vida.
Cuando las aguas turbulentas pasen, entonces vendrá la calma. Ojalá que hayamos aprendido a valorar más las pequeñas cosas de la vida, a cuidarnos más unos a otros y a cuidar más todo aquello que el dinero no.